¿Sabías los beneficios que tiene la Osteopatía en bebes y niños?
Seguro que conoces a alguien que ha ido al osteópata: un amigo, un hermano, un compañero de trabajo… Y es que cada vez son más las personas que recurren a esta medicina aplicada con las manos para tratar todo tipo de dolencias. Con siglos de tradición, la osteopatía es una filosofía de vida, una ciencia y un arte, que visualiza el cuerpo como una unidad. Por esa razón, hasta el más mínimo síntoma es considerado como un aviso de que en cualquier parte del cuerpo hay algo que no funciona tal y como debería, puesto que todos nuestros sistemas están interrelacionados.
A la hora de hacer el diagnóstico, no solo se tiene en cuenta la historia clínica de la persona, sino que también se hace una evaluación postural, una palpación y unos test de movilidad. Con toda la información obtenida, el osteópata diseña un tratamiento con la finalidad de aliviar el dolor y de restaurar las funciones afectadas, promoviendo así la salud y el bienestar. Pero en la práctica,
¿EN QUÉ CONSISTE?
Es muy sencillo, se trata de hacer suaves manipulaciones, las cuales se ajustan al problema que se debe tratar y a las condiciones físicas de la persona. Evidentemente, no se trabaja igual con un bebé que con un deportista o una persona mayor.
Existe un amplio abanico de técnicas (estructurales, funcionales, sensoriales o faciales) donde podemos elegir para ofrecer una recuperación lo más pronta posible, pero todas ellas tienen algo en común: respetan los tejidos y no van más allá de los límites que las estructuras del cuerpo ponen.
Y es que, posiblemente, la osteopatía pediátrica es la más satisfactoria. Por un lado, porque como los bebés aún no hablan, durante la sesión, debemos interpretar lo que sí nos explica su cuerpo, estableciéndose así una fascinante comunicación. Y por otro, debido al gran número de inconvenientes de salud, a corto y a largo plazo, que se les pueden llegar a evitar.
Ya durante el embarazo es muy recomendable visitar con cierta regularidad al osteópata, puesto que facilitará que el cuerpo de la mujer se adapte mejor a los cambios que sufre en esta etapa y favorecerá el nacimiento del bebé.
En muchos países, el osteópata está en la sala de partos porque desempeña una labor muy importante y complementaria a la del médico. Su papel es aún más destacable en un parto instrumental (con fórceps, ventosas…), en una cesárea, si el bebé es prematuro o nace con plagiocefalia (deformación craneal), u otra clase de problemas: viscerales, respiratorios, oftalmológicos, de oídos, con tortícolis, con dificultades de succión…
Uno de los principales inconvenientes que cabría destacar es que, en la mayoría de partos, se ha subestimado el poder de la “matrona universal”, la gravedad. Nos obstinamos en tumbar a la madre en una camilla para que empuje, cuando lo más sencillo sería utilizar dicha fuerza y no obligar a tener que tirar de la cabeza del bebé durante el expulsivo. La base del cráneo es una zona muy delicada. En ella se encuentran nervios importantes como el neumogástrico, que es el encargado de controlar la respiración y la digestión, y, por lo tanto, ocasionar tensiones precisamente en esa región puede provocar futuros problemas relacionados con los cólicos del lactante, las otitis de repetición y un largo etcétera.
EFECTOS DE LA CESÁREA
Se ha vuelto tan habitual que a veces se nos olvida que la cesárea, necesaria en algunos casos, puede tener efectos colaterales no solo en la salud de la madre, sino también en la del bebé. Por esta razón, contar con la figura del osteópata mientras se practica esta cirugía ayudará a evitar o mitigar las posibles secuelas en el recién nacido. Nuestro sistema nervioso central está controlado por un mecanismo de respiración primaria (MRP), que marcará nuestra fuerza vital en un futuro. La forma natural que tiene para activarse es a través de la presión que las contracciones ejercen sobre el cráneo durante la expulsión, de manera que los bebés nacidos mediante cesárea tendrán un MRP más débil.
Asimismo, tampoco habrá cambio de perfil inmunitario al no pasar por las bifidobacterias vaginales del parto natural, traduciéndose en un sistema inmunitario más bajo. Y es que, al pasar por el canal del parto, los niños son colonizados por las bacterias propias de la madre, que son con las que estará en contacto a partir de ahora. Así pues, mientras los bebés nacidos mediante un parto vaginal tienen un organismo más fuerte, los que han llegado a este mundo por cesárea son más propensos a tener ciertas enfermedades comunes.
CÓLICOS Y OTITIS
En los primeros meses de vida suele ser habitual que el bebé sufra cólicos, los cuales se caracterizan por un llanto intenso y prolongado, que hace que los padres, sobre todo si son primerizos, acaben en urgencias por miedo a que le esté pasando algo grave. En cambio, con una simple maniobra osteopática se puede ayudar al bebé a relajarse en el momento de más dolor.